El encuentro amistoso entre el Caracas FC y el Málaga de España, no sólo sirvió como un partido de pretemporada y un espectáculo para la afición, sino que también contó con un gran y muy emotivo momento, la despedida de las canchas del jugador Jobanny Rivero, mejor conocido como "La flecha".
Luego de formar parte del 11 inicial de este encuentro, Rivero fue sustituido al minuto 17 para recibir así una gran ovación por parte del público que se encontraba en el estadio Olímpico de la UCV. Entre lágrimas y muy emocionado, el jugador se abrazó con sus compañeros y se retiró la camiseta con el número 13 para entregársela a Franklin Lucena.
A su salida lo esperaba su pequeña hija, quien lo acompañó a dar una especie de vuelta olímpica en la que fue saludando a la afición roja, que a su paso se levantaba de sus asientos para aplaudirlo de pie. Un momento muy emotivo que finalizó con la entrega de un reconocimiento del club hacia el jugador.
Al finalizar el encuentro, "La flecha" comentó sus impresiones del momento vivido. "Un día inolvidable, el mejor día de mi vida, frente a este marco impresionante, con esta gente que apoya al Caracas Fútbol Club. Este partido se lo dedico a mi hija que nunca me vio jugar por mis lesiones; hoy que me haya visto 15 minutos es suficiente como para dedicarle todo esto a ella".
De la actualidad del Caracas Fútbol Club, el jugador expresó que ve muy bien a este equipo. "Tiene buenos jugadores, buenos extranjeros, buenos refuerzos criollos y creo que están para grandes cosas".
A su salida de la cancha, se dio un abrazo bastante fuerte con Salomón Rondón, de lo que comentó: "Lo conozco, me conoce; es un delantero que está marcando pauta en el fútbol internacional, que llevó a este equipo a la Champions League y que juega en la Vinotinto; es un delantero muy especial".
De igual manera, con Rómulo Otero se dio un emotivo abrazo a su salida y explicó que Otero es prácticamente su hermano. "Desde pequeño se crió conmigo y gracias a Dios pude traerlo desde que era chico, y ahora que está en el fútbol profesional me alegro mucho".
"Domingo a domingo venía viendo a esta fanaticada, y creo que hoy no iba a ser la excepción, se portaron a la altura, el equipo se portó a la altura y todos nos portamos a la altura", concluyó en su despedida Jobanny "La flecha" Rivero.
Alexandra Cuevas Alliegro
LaVinotinto.com
HOMENAJE A PAUL RAMIREZ
Miguel Vallenilla - Todo inicio de torneo causa expectativa, un deseo de nuevas ilusiones, de conocer lo desconocido, de alcanzar lo inalcanzable.
Corría la mitad de enero del año 2005, cuando una nueva selección de jóvenes talentosos, se preparaba y salían al país vecino, a uno de esos Sudamericanos que siempre dejan alguna huella, sobre todo para los jugadores, y para aquellas fechas, servía para “pasar el rato”.
En casa, tenía como religión prender la televisión para seguir los pasos de una selección desconocida, pero elogiada por su entrenador, que expresaba el talento de quienes lo conformaban, y estaba acertado.
Llegaba el 17 de enero, y quizás fue uno de esos días que más me hizo sentir orgulloso de ser venezolano, que pese a las dificultades, siempre el sueño resurgía de las pinceladas de sus jugadores. Como no recordar entre ellos, aquel mago del balón, nacido en Guayana, que con 18 años deslumbraba en los campos cafeteros.
El chamo mostraba desequilibrio, con el nueve en su espalda, tenía remates, los hacía de todas las formas, de media volea, a ras del piso, precisos, y luchador. Caíamos ante Bolivia, pero el empuje de los rebeldes quería lo contrario. Nos hicieron falta, y el Guayanés fue el encargado de cobrar desde los doce pasos. Gol, y empatábamos.
Era un partido de toma y dame, casi nos colocábamos arriba, pero el arquero boliviano tenía reflejos, y nos amargaba la noche. Ellos, sabían aprovechar, y se volvían a colocar por delante cuando casi concluía el primer tiempo. Que angustia.
Las esperanzas seguían intactas, era nuestro segundo juego, no queríamos caer como ante Argentina, queríamos mantener la vida, y el partido era clave para aspirar al utópico mundial de Holanda.
Y ahí estaba, el “canterano” del Caracas FC. En el verde césped de Manizales, usaba su pierna como un crack, y lo era. Tremendo zurdazo, tremendo grito, gran felicidad. Fue un gol para festejar, y volvíamos a igualar. Era la noche de un delantero en descubrimiento, y queríamos ganarlo. Pero, el rival también deseaba nuestro objetivo.
Otra vez, nuevamente arriba, y la alegría duraba poco. Que difícil era mantener el resultado. Ya nos alcanzaba con igualar, y solo quedaban minutos. Por suerte, ellos tenían temor también, todos eran jóvenes, mucho que madurar, y mucho que aprender. Pasaba factura, y Bolivia volvía a ceder, un error, y un nuevo penal a favor. A comerse las uñas.
La pelota ese día tenía un dueño, nuevamente ser tratada por aquel venezolano que supo acariciarla en par de oportunidades. Le decían “la Iguana”, vaya usted a saber por qué, y mostraba tranquilidad, paciencia, trote, impacto. El balón ha entrado a las redes. Nuestra Venezuela, esa de ilusiones, igualaba las acciones, para concluir de tal manera.
Fue emocionante, entre rabias y alegrías, entre amargura y optimismo, entre un partido más a un partido significante. Supe que no fue un encuentro cualquiera, y que el material de esperanzas venía en camino. Ese día, los ojos observaron a un desequilibrante, y no era los “Miku”, ni Guerra, ni Vargas ni compañía, hermanos de toda su vida. Era más que cualquiera de ellos, tenía presencia y calidad envidiable. Esos tres goles demostraban que su grito era patrio, que su grito era como el del fanático común, que vivía para eso, para aquella felicidad. Pasamos de ronda, y no fuimos al mundial. Era la costumbre, pero quedaron sensaciones de satisfacción.
Que gran jugador fuiste Paul Ramírez. Te vi brillar; el cielo cuenta con un crack
